Texto publicado en el catálogo NAUFRAGIO, NATHALIE REY, 2019
ISBN 978-989-97790-0-6 [es] Ahogados en plástico Desde los años sesenta hasta la actualidad, la instrumentalización de la naturaleza ha generado una sociedad capitalista industrializada y patriarcal, la cual nos ha llevado hasta la actual situación de crisis global que solo puede ser abordada desde una profunda toma de conciencia. Así, ante los desafíos que plantean los cambios socio-ambientales que se avecinan, diversas prácticas artísticas reflexionan sobre la capacidad de la obra artística como herramienta de concienciación y transformación social. Uno de estos desafíos, quizá el más importante a largo plazo, es, sin duda, el cambio climático. Artistas de todo el mundo alzan la voz contra el deterioro ambiental creciente retando las ideas preexistentes de lo que significa el arte, así como la forma en que se produce y presenta, con la voluntad de promover una activa reflexión acerca de la responsabilidad del ser humano en el daño cabalgante del medio ambiente. Ejemplo de ello es el trabajo de Nathalie Rey, que nos recuerda con qué facilidad y rapidez el ser humano puede destruir nuestro planeta y a la vez tejer lazos de encuentro entre el mundo de la naturaleza y el universo poético. En este contexto, podríamos citar algunos de los artistas que como Rey despiertan la conciencia y captan la urgencia, como es el caso de la fotógrafa británica Mandy Barker, cuyo objetivo es crear una reflexión sobre la contaminación plástica en los océanos del mundo y destacar el efecto nocivo sobre la vida marina y sobre nosotros mismos. Parecida pretensión se advierte en las instalaciones y fotografías del artista visual mejicano Alejandro Durán, que transmiten al espectador el daño del impacto humano al planeta e invitan a reflexionar acerca del sobre-consumo diario de plástico y del consecuente exceso de basura que genera la sociedad actual. Y el artista danés Olafur Eliasson, el cual, desde el inicio de su carrera en los años noventa, trabaja con instalaciones a gran escala en las que sumerge al propio espectador para provocarle una reacción directa y una sensibilización crítica sobre el uso de los recursos naturales y el cambio climático. Nathalie Rey utiliza su imaginario para denunciar las catástrofes medioambientales y representar su propia visión de la sociedad contemporánea de consumo. Así lo vemos en su proyecto Naufragio (2012-2019), que nace tras leer la noticia de doce contenedores que partieron en enero de 1992 de Hong Kong rumbo a Washington y que cayeron al agua en el transcurso de una tormenta en el Océano Pacífico Norte. Uno de los contenedores contenía 29.000 juguetes de baño infantiles con diversas formas: castores rojos, ranas verdes, tortugas azules y patos amarillos. A diferencia de muchos juguetes de baño, éstos no poseían agujeros así que al ser estancos no se llenaron de agua, permitiéndolos flotar en las aguas del océano. Los patitos y otros animales de plástico navegaron por las corrientes oceánicas hasta naufragar, ser presa de los animales marinos o quedar varados en playas inexploradas, demostrando con el paso de los años su navegabilidad y durabilidad. Esta historia, que supuso un fuerte impacto social y medioambiental, despertó la conciencia en Rey. La artista, con la voluntad de hacer reflexionar sobre el consumo desbordado del plástico, decidió recrear parte de la aventura con una instalación de patitos de goma en una playa del Maresme (Naufragios I, 2012). Unos años más tarde, Rey volvió a recrear el mismo escenario pero esta vez representando el naufragio de miles de huevos Kinder Sorpresa de varios colores que invadieron la isla de Langeeog en la costa del mar Báltico, dando lugar a Naufragio II (2017), una instalación compuesta por arenales metálicos llenos de arena rosa y cientos de huevos de gallina. La artista, en este caso, quiso reforzar el contraste entre lo natural y lo artificial, entre lo verdadero y lo falso, invirtiendo la arena de la playa por la arena artificial rosa y los huevos de plástico por huevos de gallina biodegradables. Con Naufragio III (2018-2019) Nathalie Rey inicia otro proceso activo de transformación en la naturaleza, esta vez no basándose en hechos acontecidos como el naufragio de los patitos o de los huevos Kinder, sino creando su propia narrativa. Rey, consciente de la gravedad del problema de los residuos de plástico, “contamina” de manera simbólica distintos paisajes rurales con el mismo material que denuncia: el plástico. La artista interviene, pues, de manera voluntaria los distintos escenarios dispersando cientos de botes de plástico coloridos creando un “bonito” paisaje que atrae visualmente el ojo del espectador, pero que, al fin y al cabo, denuncia la crudeza de la realidad. Las intervenciones de Naufragio III se llevaron a cabo en el marco de distintas residencias artísticas que la artista realizó en el periodo 2018-2019 en diferentes puntos de España, algunas de las cuales fueron documentadas en video, como podemos ver en la acción que tuvo lugar en Vilanova de Sau (Nectar, Cataluña) y en el Valle del Segura (AADK, Murcia). Una acción que no solo consistía en dispersar plástico sino también en recogerlo posteriormente, dando ejemplo. En la actualidad, Nathalie Rey se encuentra trabajando en otra ramificación de Naufragio III interviniendo esta vez el medio fotográfico y no directamente en el paisaje. Clavando alfileres de color que nos remiten a los botes de plástico en fotografías en blanco y negro, Rey refuerza también el contraste entre lo natural y lo artificial. Tanto las fotografías (intervenidas o no) como las piezas de vídeo que resultan del proyecto Naufragio manifiestan, pues, a los espectadores, los efectos irreversibles del cambio climático y las consecuencias de las huellas humanas sobre el medio ambiente por el consumo de plástico. El plástico, que hasta mediados del siglo veinte no empezó a producirse a gran escala, nos ha cambiado la vida como pocos inventos, a veces aparentemente para bien y en lo profundo para mal. Facilitó los viajes al espacio, revolucionó la medicina y salva vidas a diario simplemente subministrando agua potable en las botellas desechables que hoy demonizamos a las poblaciones periféricas, por ejemplo. La producción ha aumentado a un ritmo tan vertiginoso que prácticamente la mitad de todo el plástico de la historia se ha fabricado en los últimos quince años. De los miles de millones de toneladas de este material que se produce en el mundo, un altísimo porcentaje acaba sin reciclar y termina en el mar, el depósito final de la basura del planeta. Nathalie Rey también se hace eco del peligro al que se enfrenta nuestra cultura actual del usar y tirar y de nuestra descontrolada producción de residuos en la serie Plastic Sea (2019), en la que hace visible a través de sus mapas invertidos aquello que es invisible a nuestros ojos: la cantidad masiva de residuos que se vierte en los océanos. Compuesta por quince lienzos circulares estéticamente limpios que representan quince mapas invertidos (tres de los cuáles están en proceso), Nathalie Rey cose a mano miles de perlas coloridas de plástico que simbolizan el gran vertedero de plástico en océanos, mares y lagos. Una acción meditativa que requiere de alta paciencia y precisión y que, con ella, Rey denuncia un problema global. Con Plastic Sea, la técnica de coser se desmarca de su carácter funcional y se reconvierte en una forma artística capaz de instalar un discurso estético alternativo desde la esfera de lo cotidiano. Rey, con la acción de coser, rescata lo artesano como dispositivo crítico y comunicacional, deviniendo la técnica en práctica artística, y consiguiendo redescubrir el potencial estético y político de lo cotidiano. El arte puede considerarse espejo y también catalizador de los problemas humanos, los individuales y los sociales. Sin embargo, también puede ser el dispositivo que nos ayude a establecer el equilibrio en nuestra relación con la naturaleza, capaz de proponer múltiples estrategias que despierten la consciencia para crear conciencia y generar soluciones creativas a las problemáticas medioambientales. El proyecto Naufragio propone modos creativos de enfrentarnos a los escenarios y situaciones de la crisis ecológico-social. Modos de hacer que nos hacen reflexionar y plantear nuevos caminos de transformación hacia la sostenibilidad y nos invitan a concebir el mundo desde la empatía y la conciencia. [en] Drowned in plastic From the 1960s to the present day, the instrumentalization of nature has generated an industrialized and patriarchal capitalist society, which has led us to the current situation of global crisis that can only be approached from a deep awareness. Thus, faced with the challenges posed by the socio-environmental changes that are on their way, various artistic practices are reflecting on the capacity of artistic work as a tool for awareness and social transformation. Without a doubt, one of these challenges, perhaps the most important in the long term, is climate change. Artists from around the world are raising their voices against growing environmental degradation by challenging pre-existing ideas of what art means, as well as the way it is produced and presented, seeking to promote a broad and active reflection on the responsibility of human beings for environmental deterioration. An example of this is Nathalie Rey’s work, which reminds us how easily and quickly human beings can destroy our planet and at the same time create bonds that bring together the world of nature and the poetic universe. In this context, we could mention some of the artists who, like Rey, awaken awareness and capture urgency, such as the British photographer Mandy Barker, whose aim is to create a reflection on plastic pollution in the world's oceans and highlight its harmful effect on marine life and on ourselves. A similar intent can be seen in the installations and photographs of Mexican visual artist Alejandro Durán, which transmit to the viewer the damage caused by the human impact on the planet and invite reflection on the daily over-consumption of plastic and the consequent excess of waste generated by today’s society. And the Danish artist Olafur Eliasson, who, since the beginning of his career in the nineties, has worked with large-scale installations in which viewers themselves are immersed in order to provoke a direct reaction and a critical awareness of the use of natural resources and climate change. Nathalie Rey uses her imaginary to denounce environmental catastrophes and represents her own vision of contemporary consumer society in her project Naufragio (Shipwreck, 2012-2019), which was born after she read the news about twelve shipping containers that left Hong Kong in January 1992 en route to Washington and fell into the water during a storm in the north Pacific Ocean. One of the containers contained 29,000 children's bath toys in various shapes: red beavers, green frogs, blue turtles and yellow ducks. Unlike many bath toys, they had no holes in them - so being watertight they did not fill with water, which allowed them to float in the ocean. The ducklings and other plastic animals sailed through the ocean currents until they were “shipwrecked”, were preyed upon by marine animals or ended up stranded on unexplored beaches, demonstrating over the years their navigability and durability. This story, which had a strong social and environmental impact, awakened Rey’s awareness. The artist, wishing to reflect on the overflowing consumption of plastic, decided to recreate part of the adventure with an installation of rubber ducks on a beach in the Maresme (Naufragio I, 2012). A few years later, Rey recreated the same scenario but this time representing the shipwreck of thousands of Kinder Surprise eggs of various colors that invaded the island of Langeeog, on the Baltic Sea coast, giving rise to Naufragio II (2017), an installation composed of metallic sandbanks filled with pink sand and hundreds of chicken eggs. In this case, the artist wanted to emphasize the contrast between the natural and the artificial, the real and the false, by replacing beach sand with pink artificial sand and using biodegradable chicken eggs in place of the plastic eggs. With Naufragio III (2018-2019) Nathalie Rey began another active process of transformation in nature, this time not based on events such as the shipwreck of rubber ducks or Kinder eggs, but creating her own narrative. The artist, aware of the seriousness of the problem of plastic waste, symbolically "contaminates" different rural landscapes with the very material that she denounces: plastic. Nathalie Rey therefore intervenes voluntarily in the different scenarios, scattering hundreds of colored plastic jars and creating a "beautiful" landscape that visually attracts the spectator's eye but which, in the end, denounces the harshness of reality. The interventions of Naufragio III were carried out in the framework of various artistic residences that the artist held during 2018-2019 in different points of Spain, some of which were documented in video, such as the action that took place in Vilanova de Sau (Nectar, Catalonia) and in the Segura Valley (AADK, Murcia). This action consisted not only of dispersing plastic but also of collecting it later, to set an example. Nathalie Rey is currently working on another branch of Naufragio III, this time intervening in the photographic medium and not directly in the landscape. By nailing colored pins that refer to the plastic bottles in the black and white photographs, Rey also reinforces the contrast between the natural and the artificial. Both the photographs (whether subject to intervention or not) and the video pieces resulting from the Naufragio project thus show spectators the irreversible effects of climate change and the consequences of the human footprint on the environment through the consumption of plastic. Plastic, which did not begin to be produced on a large scale until the middle of the twentieth century, has changed our lives like few other inventions, sometimes apparently for the better and deep down for the worse. It has facilitated space travel, revolutionized medicine and saved lives every day simply by bringing drinking water to poor populations in those disposable bottles that we demonize today. Production has increased at such a vertiginous rate that almost half of all the plastic in history has been made in the last fifteen years. From all the billions of tons of this material produced in the world, a very high percentage is not recycled, ending up in the sea, the final dumping ground of the planet's garbage. Nathalie Rey also echoes the danger faced by our current culture of using and throwing away and our uncontrolled production of waste in the Plastic Sea (2019) series, making visible through her inverted maps what is invisible to our eyes: the massive amount of waste that ends up in the oceans. Composed of fifteen aesthetically clean circular canvases representing fifteen inverted maps, Nathalie Rey has hand-stitched thousands of colorful plastic pearls that symbolize the enormous garbage dump in oceans, seas and lakes. A meditative action that requires patience and precision and through which Rey denounces a global problem. In this case, the technique of sewing detaches itself from its functional character and becomes an artistic form capable of installing an alternative aesthetic discourse from the sphere of everyday life. The artist, through the action of sewing, rescues this handcrafted technique as a critical and communicational device, turning technique into artistic practice, and succeeding in rediscovering the aesthetic and political potential of everyday life. Art can be considered both a mirror and a catalyst for human, individual and social problems. However, art can be the device that helps us to establish a balance in our relationship with nature, capable of proposing multiple strategies that awaken consciousness in order to create awareness and generate creative solutions to environmental problems. The Naufragio project proposes creative ways of facing the scenarios and situations of the ecological-social crisis. Ways of doing that make us reflect and propose new ways of transformation towards sustainability and which invite us to understand the world from empathy and conscience. Olga Sureda Guasch 2019 space |